La farmacodependencia en personas mayores es un problema de salud pública que ha ganado relevancia en los últimos años. Con el envejecimiento de la población, se incrementa la prevalencia de enfermedades crónicas, lo que conlleva a un uso más frecuente de medicamentos. Este fenómeno puede derivar en una dependencia perjudicial, tanto física como emocional. En este artículo, profundizaremos en cómo la búsqueda de bienestar y felicidad en la vejez no debe centrarse exclusivamente en el uso de fármacos, y cómo la verdadera "píldora de la felicidad" se encuentra en otros aspectos de la vida.
La farmacodependencia en personas mayores a menudo surge debido a la prescripción continuada de medicamentos para tratar diversas afecciones como el insomnio, la ansiedad, el dolor crónico, y la depresión. Según un estudio realizado por J. Mark Ruscin y Sunny A. Linnebur, (actualizado en agosto de 2023), Casi el 90% de los adultos mayores toman regularmente al menos 1 medicamento recetado, casi el 80% toma regularmente al menos 2 medicamentos recetados y el 36% toma regularmente al menos 5 medicamentos recetados diferentes. Cuando se incluyen complementos dietéticos y de venta libre, estos porcentajes son aún más elevados. Esta polifarmacia aumenta el riesgo de interacciones medicamentosas y efectos secundarios adversos, lo que puede complicar aún más la salud del individuo.
El envejecimiento trae consigo un aumento en las enfermedades crónicas, lo que lleva a muchos adultos mayores a depender de múltiples medicamentos para mantener su calidad de vida. Sin embargo, esta práctica puede convertirse en una trampa peligrosa. Los medicamentos que inicialmente mejoran la vida del paciente pueden, con el tiempo, causar dependencia, adicción, y una serie de problemas de salud adicionales.
La automedicación es un factor que exacerba la farmacodependencia. Muchas personas mayores, en su afán por sentirse mejor, tienden a aumentar las dosis o a tomar medicamentos sin la supervisión adecuada de un profesional de la salud. Esto puede llevar a una espiral de dependencia, donde el individuo siente que no puede funcionar sin su "píldora de la felicidad".
La automedicación también puede ser motivada por la falta de acceso a servicios de salud, la percepción de que los médicos no comprenden sus necesidades, o la presión social para estar siempre activos y saludables. Este comportamiento no solo aumenta el riesgo de sobredosis y efectos secundarios, sino que también puede enmascarar problemas de salud subyacentes que requieren atención profesional.
A medida que envejecemos, nuestro cuerpo sufre una serie de cambios fisiológicos que pueden afectar la forma en que procesamos los medicamentos. Los adultos mayores suelen ser más susceptibles a los efectos secundarios de los fármacos debido a la disminución de la función renal y hepática, cambios en la composición corporal, y la presencia de múltiples enfermedades crónicas que requieren medicación. En este artículo, abordaremos los efectos secundarios más comunes de los fármacos en los ancianos y cómo pueden gestionarse para minimizar riesgos.
La felicidad y el bienestar en la vejez no deben depender únicamente del consumo de fármacos. Existen numerosas estrategias y actividades que pueden contribuir a mejorar la calidad de vida sin necesidad de recurrir a medicamentos. A continuación, exploramos algunas de las opciones más efectivas:
Se sabe que no es fácil encontrar la medicina ideal para cada enfermo, pero aun así, los médicos deberían cuidar más sus costumbres en materia de prescripción. Ante un anciano enfermo es necesario plantear las siguientes preguntas: ¿Se requiere tratamiento con medicamentos? ¿Es ésta la fórmula correcta? ¿Está la dosis ajustada? ¿Se ha revisado regularmente la medicación prescrita?
La mala o inadecuada medicación de los ancianos es un problema muy serio. Hasta un 15 % de los ingresos en los hospitales son de ancianos con enfermedades iatrogénicas, o bien, provocados por imprudencia médica. Aun sin llegar a estos extremos, el peligro de intolerancia, interacciones medicamentosas o daño progresivo es permanente.
Otro hecho relacionado con los fármacos, es que la química y la fisiología del organismo de los viejos hace que las medicinas se muevan a través del sistema por caminos que son diferentes a los de las personas jóvenes, de manera que las personas ancianas reaccionan de distinto modo. Los posibles efectos de estos cambios son: una menor tolerancia y una mayor sensibilidad a las medicinas, de manera que los pacientes viejos necesitan una dosis terapéutica menor de medicamentos psicoactivos y son más propensos a tener efectos secundarios y reacciones adversas a los medicamentos que los pacientes jóvenes.
El problema de la adicción a fármacos en la tercera edad no es sencillo. Los adultos mayores corren el peligro de desarrollar conductas adictivas a fármacos, alcohol y otras drogas. Esto se debe a dos factores principales: la incompetencia terapéutica que propicia la polifarmacia y la yatrogenia, y las difíciles condiciones físicas y sociales, así como las pérdidas, cambios súbitos de roles y las consecuencias psicológicas a las que se enfrentan los ancianos.
Desafortunadamente, el problema de las adicciones se complica puesto que hay un gran porcentaje de ancianos que, además de utilizar fármacos, los combinan con alcohol. Tal vez la mayor dificultad radique en que estos adictos no se ven como típicos adictos; no se les nota tan fácilmente y pueden parecer tranquilos, pero están en riesgo.
Para disminuir el consumo exagerado e indiscriminado de fármacos en la tercera edad, es fundamental trabajar con los ancianos en aspectos como los cambios que experimentan, sus sentimientos ante la pérdida, el duelo, la depresión y la ansiedad. No es fácil para los mayores constatar en tan poco tiempo la pérdida de la fuerza y resistencia, la potencia sexual, la disminución sensorial; asimilar que ya no pueden trabajar, que los hijos se han ido y el nido ha quedado vacío; aceptar enfermedades dolorosas o crónicas. Todo esto representa serios conflictos para adaptarse a nuevas condiciones de vida.
El apoyo psicológico es fundamental en el proceso de envejecimiento. Se ha observado que ancianos con una autoestima elevada tienen menos posibilidades de desarrollar cualquier tipo de adicción.
Eduardo Fierro (28/01/2025)
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